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Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.

Predicando sin temor

Estos días, muchos miembros de nuestra familia celestial han estado regresando a Sion, y Dios nos permite establecer Sion en cada lugar de la tierra. El mundo entero se está llenando del mensaje del evangelio, como estaba profetizado en la Biblia (Hab. 2:14, Mt. 24:14).

En este momento, cuando el mundo entero se está llenando con la palabra de Dios, pensemos en cuánto estamos elevando nuestra voz para predicar el evangelio. No debemos dudar en predicar el evangelio; si estamos vacilando, lo lamentaremos para siempre. Hay un elemento de riesgo en la predicación con temor, el cual puede causarnos perder las bendiciones de Dios; no obstante, predicar sin temor produce grandes bendiciones. Confirmémoslo a través de las palabras de la Biblia.


El estándar para la selección de los guerreros de Gedeón

Se dice que la acción es el factor más importante para el éxito. Los que solo piensan y no actúan, no pueden ser exitosos. Thomas Edison, antes de inventar con éxito la bombilla incandescente, lo intentó muchas veces, pero nunca se rindió y siguió tratando una y otra vez. Cuando le preguntaban por qué estaba trabajando tan duro para hacer una bombilla a pesar de numerosos fracasos, él respondía: “Nunca he fracasado ni una vez. Solo he aprendido diez mil maneras que no funcionan”.

Para nosotros tampoco hay fracasos. Todo es posible con Dios. Si confiamos en Dios y avanzamos sin temor, llegaremos a ser exitosos y victoriosos.

Jue. 7:1-3 “[…] Y Jehová dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. Ahora, pues, haz pregonar en oídos del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde el monte de Galaad. Y se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil.”

Cuando Israel era oprimido por Madián, Gedeón hizo preparativos para la guerra contra los madianitas a fin de expulsarlos, siguiendo la voluntad de Dios. El enemigo madianita tenía una fuerza aliada de 135 000 hombres, y miles de camellos y también muchas armas (Jue. 7:12, 8:10). Por el contrario, solo había 32 000 hombres en el ejército de Gedeón. Su ejército era superado en número de lejos por el ejército madianita. Pero Dios envió a casa a los que temblaban de miedo. Como resultado, 22 000 hombres regresaron a casa, y 10 000 se quedaron.

El ejército de Gedeón tuvo que luchar con una proporción de 13:1, y Dios dijo: “Aún es mucho el pueblo”, y exigió una fe más fuerte de parte de ellos.

Jue. 7:4-7 “Y Jehová dijo a Gedeón: Aún es mucho el pueblo; llévalos a las aguas, y allí te los probaré […]. Entonces llevó el pueblo a las aguas; y Jehová dijo a Gedeón: Cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquél pondrás aparte; asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber. Y fue el número de los que lamieron llevando el agua con la mano a su boca, trescientos hombres; y todo el resto del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber las aguas. Entonces Jehová dijo a Gedeón: Con estos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos; y váyase toda la demás gente cada uno a su lugar.”

A través de una prueba simple, Dios separó a los que guardarían la fe hasta el final y ganarían la batalla, de los que no estaban calificados para ir a la guerra. Trescientos hombres lamieron el agua con su lengua, y el resto de los hombres se arrodillaron para beber. Dios escudriña el corazón y examina la mente. Con solo ver qué postura tomaban los hombres para beber el agua, Dios leyó su mente. Dios envió de regreso a los que se arrodillaron para beber el agua, pues ellos habrían doblado las rodillas ante el enemigo cuando la situación se volviera tensa, y seleccionó solo a trescientos hombres que nunca doblaron sus rodillas.

Finalmente, fueron trescientos hombres los que pasaron la prueba final de Dios. Ellos realmente eran guerreros sin temor. Vencer a 135 000 con trescientos hombres es algo que solo Dios puede hacer. Dios concedió una gran victoria a los guerreros que creyeron absolutamente en Dios y fueron a la guerra sin ningún temor (Jue. 7:8-8:12).


La victoria de los valientes guerreros del evangelio en la batalla espiritual

A través de la historia de Israel, debemos darnos cuenta de lo que Dios quiere de nosotros hoy en día. Tampoco debemos tener miedo al predicar el evangelio. Si predicamos el evangelio sin ningún temor, podremos cumplir la misión de la evangelización mundial sin importar cuántas personas obstaculicen la verdad.

Desde una perspectiva espiritual, la predicación es una “buena batalla” (2 Ti. 4:7). Somos soldados espirituales, cuya misión es proclamar la gloria de la Madre Jerusalén celestial a todo el mundo en esta época. Espiritualmente estamos en la misma situación que los trescientos hombres de Gedeón que lucharon con 135 000 madianitas. En Apocalipsis, podemos encontrar una escena profética en la que el dragón reina sobre innumerables personas como la arena del mar para hacer guerra contra el resto de la descendencia de la mujer (Ap. 12:17). En esta situación, ¿qué tipo de personas elegiría Dios como los guerreros de la verdad?

Si un hombre tiene miedo de sus adversarios en una batalla o en una competición, es lo mismo que haber perdido la batalla o la competición. La duda, el miedo, el temblor, la preocupación, etc., son los factores que obstaculizan el evangelio. Dios no quiere ni necesita a los que tiemblan de miedo. Él dijo que las personas temerosas no estaban calificadas para participar en su gran obra, y les dijo que fueran a casa a descansar. Dios está buscando a los que están dispuestos a predicar el evangelio con una fe sin temor.

No hay nadie que se preocupe al regalar a alguien una joya de oro o plata, pensando: “¿Cómo debo reaccionar si se niega a recibirla?”, o: “¿Qué debo hacer si dice que es falsa?” Por el contrario, se la entrega con confianza, diciendo: “¿Sabe cuánto cuesta?” Tenemos la verdad que es mucho más preciosa que las joyas, así que debemos tener confianza cuando predicamos la verdad.

Si encendemos la luz en la oscuridad solo por un corto tiempo, aquellos que vean la luz desde cierta distancia no podrán venir a ella. En vez de dudar en mostrar la luz, todos debemos levantarnos y mostrar la luz de la gloria de nuestra Madre Jerusalén en Samaria y hasta lo último de la tierra. Entonces la gente del mundo vendrá a la luz de Jerusalén, al resplandor de su nacimiento (Is. 60:1-4).

Este año, prediquemos el evangelio sin temor en el mundo entero. Esta es la verdad de vida. Así que si predicamos la verdad con confianza, todo el que oiga revivirá espiritualmente. Dios ha prometido ayudarnos. Examinemos otro evento histórico de la Biblia en el que Dios da la victoria a los que dan un paso adelante sin temor.


La victoria de David que avanzó sin temor

Cuando hubo una guerra entre los israelitas y los filisteos, un gigante filisteo llamado Goliat blasfemó contra Dios, y todo el pueblo de Israel tembló de miedo ante él. Incluso los soldados veteranos estaban abrumados con su tamaño y fuerza y retrocedían de miedo; pero David, que era un joven valiente, salió para enfrentarlo, lleno de justa indignación.

1 S. 17:32-40 “Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo. Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. […] Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas. Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo.”

Cuando David, que era solo un pastorcillo, dijo que pelearía con el gigante Goliat, el rey Saúl dudó en aceptar la oferta de David de pelear contra él. Entonces, David persuadió al rey relatando cómo había matado a un león y a un oso.

Cuando venía un león o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, él no tenía ningún temor. Por el contrario, salía tras él y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra él, le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. ¿Cómo pudo David, que solo era un muchacho, pelear contra un león y un oso y vencerlos? David ya había sido ungido por Dios a través de Samuel. Así que como ungido de Dios, tenía la gran fe de que Dios estaba siempre con él. Al ver su fe, Dios envió a su ángel para que el león y el oso estuvieran indefensos delante de él. Parecía que era David quien los había matado, pero este resultado fue posible porque Dios lo ayudó.

David tuvo valor a pesar de salir contra Goliat sin portar una armadura o un yelmo. Esto fue porque creía absolutamente que Dios estaba con él.

1 S. 17:42-51 “Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos. Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. […] Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron.”

David no perdió la tranquilidad aun cuando escuchó la terrible voz de Goliat. “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos.” Dicho esto, David peleó contra el gigante sin ningún temor, aunque se le acercó con su estatura imponente e intimidante aspecto.

Goliat era un veterano de guerra, que podía evitar fácilmente una piedra. Sin embargo, la piedra que David utilizó en realidad no fue arrojada por él, sino por Dios que estaba con él. Así, Goliat no pudo evitar la piedra; esta se hundió en su frente, y él cayó inmediatamente al suelo. Esto sucedió porque David salió con coraje y sin miedo. Él creía en Dios absolutamente y nunca retrocedió por temor, y Dios se conmovió por su valor y lo ayudó. Cuando murió Goliat, que había hecho temblar de miedo a los israelitas, todos los filisteos huyeron. Esta fue la victoria de David, su victoria de fe absoluta en Dios.


La fe de los que son espiritualmente ungidos

Todo lo que sucedió en el pasado nos da una lección y sirve como una guía para nuestra vida de la fe. Nosotros también debemos tener ese gran valor cuando predicamos a la Madre Jerusalén celestial al mundo entero. “¿Qué dirá la gente si les predico acerca de la Madre? ¿No dirán que soy extraño?” Esta clase de miedo puede convertirse en un factor que nos haga dudar en llevar a cabo la misión más sagrada y grandiosa que debemos cumplir.

Los que temen no pueden hacer nada. Si nuestro corazón se derrite de miedo por causa de la situación que nos rodea, olvidando que Dios está con nosotros, y dudamos en predicar, no llevaremos buenos frutos aunque abramos escasamente nuestra boca y prediquemos el evangelio.

David no temía al león ni al oso, y tampoco temía al gigante Goliat. Hemos sido ungidos espiritualmente para ser hijos de Dios por medio del bautismo. Así que no debemos temer ni preocuparnos por problemas sin importancia. Tanto Saúl como David fueron ungidos por Dios, pero el rey Saúl retrocedió de miedo. David era diferente. Él decía: “Dios me ha ungido, y Él siempre está conmigo. Aunque sea muy grande y fuerte, ¿cómo se atreve a enfrentarme?” En realidad esto no era valor temerario ni osadía, sino la valiente fe dada por Dios.

Ahora nos estamos esforzando por predicar y salvar al mundo en la misma situación que el muchacho David y los 300 guerreros de Gedeón. Estamos rodeados de gente que es espiritualmente como Goliat y los 135 000 soldados madianitas. ¿Cómo rescató David a Israel de la mano de los filisteos, y cómo los guerreros de Gedeón rescataron a Israel de los madianitas? ¿Acaso no obtuvieron la victoria sobre sus enemigos y rescataron al pueblo de Israel de la opresión con una fe sin temor?

Si solo hubiéramos dudado en predicar el evangelio con temor, nuestra iglesia que se inició como una Casa-Iglesia se habría establecido solo en algunas ciudades de Corea. Pero ya que hemos llevado a cabo la obra del evangelio con absoluta fe en Dios, el evangelio ahora se ha predicado a 175 países del mundo, según las profecías de la Biblia.

Todos seamos valientes. No dudemos en proclamar la gloria de la Madre Jerusalén al mundo entero. Cuando predicamos sin temor, sin dudar en nuestro corazón, podemos llevar el fruto del evangelio.

La Madre ha proclamado el año 2014 como el año del jubileo, y dijo: “Este año el evangelio será más exitoso que nunca”. Para nosotros, es muy importante que la Madre haya declarado el año 2014 como el año del jubileo. Hay una clara diferencia entre los que confían en lo que la Madre ha dicho y los que descuidan su palabra, pensando que es solo la palabra de bendición que siempre da.

Vean lo que Pedro hizo conforme a las palabras de Jesús. Un día Pedro, que era pescador, echó sus redes en una zona donde se suponía que se encontrarían peces, pero no pescó nada a pesar de haber trabajado toda la noche. Cuando estaba por terminar su trabajo, cansado, Jesús vino y le dijo que remara mar adentro y echara sus redes para pescar. Aunque Pedro era un hombre irascible, obedeció a Jesús como un manso cordero, y echó las redes de acuerdo con las palabras de Jesús. Entonces todos los peces pululaban en el lago, intentando entrar en las redes. Mientras Pedro y sus compañeros de la otra barca tiraban de las redes, las dos barcas se llenaron de peces de tal manera que se hundían (Lc. 5:1-7).

¿Por qué está escrito este evento en la Biblia? Está escrito para que sirva como lección viviente a fin de que nosotros también podamos obtener tales resultados si confiamos en la palabra de Dios. Ya que la Madre ha dicho que el evangelio será más exitoso en este año del jubileo, confiemos en las palabras de la Madre y prediquemos diligentemente el evangelio, con valor en nuestro corazón. Si lo hacemos, nos esperan milagros inimaginables en la obra de la salvación, como lo experimentaron Gedeón y David.

Nosotros también fuimos ungidos por Dios. ¿Quién se atreverá a detener nuestro camino? Nuestra Madre celestial está con nosotros. Si algunos de nosotros tememos o dudamos en predicar a la Madre, Dios nos dirá que dejemos la línea de frente del evangelio y que regresemos a casa. Prediquemos valientemente el evangelio con la misma fe que tuvieron los guerreros de Gedeón y David, a fin de vencer todas las fuerzas del maligno y estar de pie confiadamente como el resto de la descendencia de la mujer. Hermanos y hermanas de Sion, deseo que todos se jacten del Padre y la Madre celestiales, nuestro Dios Elohim, predicando fuertemente el evangelio, sin temor.