Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.
Vengan a nuestro Padre y nuestra Madre celestiales
Algunas personas piensan que la Biblia es un libro lleno de historias complicadas y difíciles o que es simplemente una guía de sabiduría para la vida. Sin embargo, la Biblia es un libro que contiene la verdad sobre la vida eterna. Para entender completamente las enseñanzas de los 66 libros de la Biblia, primero debemos entender que Dios es nuestro Padre y nuestra Madre.
Si leemos detenidamente la Biblia, podemos entender que Dios es nuestro Padre y nuestra Madre y que somos sus hijos, es decir, hermanos y hermanas espirituales. Hemos sido arrojados a esta tierra ya que nuestras almas pecaron en el mundo angelical. La Biblia contiene la voluntad del Padre y la Madre celestiales que desean que alcancemos el pleno arrepentimiento viviendo de acuerdo con las buenas enseñanzas de Dios y regresemos al cielo, nuestro hogar perdido. Por lo tanto, lo primero que debemos hacer para conocer el camino al cielo es venir al Padre y a la Madre celestiales.
Vengan al Espíritu y la Esposa
La Biblia muestra que nadie puede conocer el camino al cielo a menos que Dios venga a esta tierra, y que ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, excepto Dios que vendrá como la raíz de David, puede abrir la Biblia o interpretarla correctamente (1 Co. 4:5, Ap. 5:1-5). Para que la humanidad entre en el eterno reino de los cielos, debe venir aquel que puede interpretar la Biblia adecuadamente. Nuestras almas son tan preciosas que no podemos confiárselas a cualquier persona. Podemos ser salvos solo si encontramos a Dios, quien nos guiará correctamente a la fuente del agua de la vida.
Ap. 22:17 “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”
La humanidad se encuentra en una severa hambruna espiritual porque no ha encontrado el agua de la vida (Am. 8:11-13). Para todas las personas espiritualmente sedientas en esta tierra, el Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”. En la trinidad, el Espíritu se refiere a Dios Padre. Entonces, ¿quién es la Esposa? Definitivamente es Dios Madre porque Ella es la Esposa de Dios Padre. En otras palabras, todos los seres humanos deben encontrar al Espíritu y a la Esposa, Dios Padre y Dios Madre, que les dan el agua de la vida.
Apocalipsis 22 es el capítulo final de la Biblia. La Biblia concluye que todos los hijos celestiales deben regresar al Padre y a la Madre celestiales. Para volver a los brazos de Dios Padre y Dios Madre, necesitamos saber quiénes son Ellos realmente y dónde habitan. Averigüemos quién nos da el agua de la vida.
Ap. 21:6-7 “Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.”
El versículo anterior dice que Dios, que es el Alfa y la Omega, da a la humanidad el agua de la vida. Comparándolo con las palabras del capítulo 22, podemos ver que el Espíritu y la Esposa, que nos dan el agua de la vida, son Dios. También podemos confirmar que nuestra relación con Dios es la relación padre-hijo, a través de las palabras: “Yo seré su Dios y él será mi hijo”.
En nuestro camino al cielo, necesitamos absolutamente la guía de Dios Padre y Dios Madre. Espero que todas las personas vengan a Dios Padre y Dios Madre para que sean consoladas de su vida tediosa y dolorosa y regresen al eterno reino de los cielos, su hogar espiritual perdido.
La familia celestial está compuesta por el Padre, la Madre y los hijos
La gente siempre ha pensado que solo existe Dios Padre. Sin embargo, la Biblia testifica claramente la existencia de Dios Madre, la Esposa. El libro de Hebreos contiene escritos importantes que muestran el sistema familiar en el reino de Dios.
He. 8:5 “los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.”
Dios ordenó a Moisés que construyera el tabernáculo en la tierra según el modelo del tabernáculo celestial. No solo el tabernáculo, sino muchas otras cosas en esta tierra son figura y sombra de las cosas celestiales. Una de ellas es el sistema familiar. El hecho de que exista el sistema familiar terrenal como figura y sombra implica que también existe el sistema familiar celestial, la familia espiritual. Sin lo real, no puede aparecer su sombra.
Mt. 6:8-9 “[…] Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.”
Jesús se refirió a Dios como Padre. Él nos enseñó que Dios es nuestro Padre. El título “padre” se usa en el hogar, no en las empresas u organizaciones sociales. Así como existen padres humanos en esta tierra que es una sombra, también existe Dios Padre en el cielo que es la realidad.
Sin embargo, si solo existe un padre en la familia, no puede ser una familia completa. En la familia terrenal también existen los hijos. Es lo mismo espiritualmente.
2 Co. 6:18 “Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.”
Los hijos de Dios son los que llaman “Padre” a Dios. Los títulos “padre”, “hijo” e ”hija” se usan en el hogar. Sin embargo, una familia no se puede constituir perfectamente solo con un padre, hijos e hijas. Si una familia tiene un padre, hijos e hijas, debe existir la madre que dio a luz a los hijos. Del mismo modo, la familia celestial no solo está compuesta por Dios Padre y sus hijos. La existencia de Dios Madre es absolutamente necesaria.
Gá. 4:26-31 “Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre. […] De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.”
La palabra “arriba” se refiere al cielo. La Biblia nos dice muy claramente que tenemos una Madre celestial. Como tenemos madres humanas que nos dieron a luz, también tenemos una Madre espiritual en el mundo espiritual, que es la realidad.
Durante mucho tiempo se ha pensado que solo existe un Dios Padre. Sin embargo, no es una enseñanza bíblica. La Biblia, que se escribió bajo la inspiración del Espíritu Santo, nos dice que definitivamente existen Dios Padre y Dios Madre. Si pasamos por alto este hecho, nos alejaremos de la gracia de la salvación que Dios ha prometido darnos.
La familia celestial está relacionada por la carne y la sangre de Dios
Dios nos ha señalado una relación familiar con Él. Así como una familia terrenal, que es figura y sombra, está relacionada por la sangre, la familia celestial también está relacionada por la sangre. Para enseñarnos este hecho, Dios ha establecido en esta tierra el nuevo pacto, la ley de la verdad.
Jn. 6:53-54 “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
Si no comemos el santo cuerpo de Cristo y bebemos su preciosa sangre, no tenemos vida en nosotros. No obstante, si comemos la carne de Cristo y bebemos su sangre, recibimos la promesa de la salvación de Dios.
Los hijos tienen la carne y la sangre de sus padres. Dios nos ha hecho sus hijos al poner su carne y su sangre en nosotros. Veamos cómo podemos participar en la carne y la sangre de Cristo.
Mt. 26:17-19, 26-28 “El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua. […] Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”
Cristo partió el pan de la Pascua, diciendo que era su cuerpo, y prometió que el vino de la Pascua contenido en la copa era su sangre. El que come el pan y bebe el vino, tiene vida eterna. Entonces, la Pascua es una ceremonia en la cual recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo. Así como la familia terrenal está relacionada por la sangre, la familia celestial también lo está; todos somos miembros de la familia eterna. Solo si recibimos la verdad de la Pascua del nuevo pacto podemos ser reconocidos como hijos del Padre y la Madre celestiales y heredar el eterno reino de los cielos.
El amor del Padre y la Madre celestiales
Estábamos destinados a ir al infierno como resultado del pecado, pero el Espíritu y la Esposa cambiaron nuestro destino del infierno al cielo. A través de su amor sacrificado, han proporcionado un punto de inflexión para que la humanidad vuelva al cielo, nuestro eterno hogar.
Ap. 20:10-15 “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. […] Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”
Los que no conocen el mundo espiritual, piensan que todo llega a su fin en el último día de su vida en esta tierra. Sin embargo, la Biblia dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (He. 9:27). Esto muestra que Dios determina si una persona va al cielo o al infierno según lo que haya hecho en esta tierra.
Dios Padre y Dios Madre no podían simplemente sentarse y observar a sus hijos dirigirse hacia un futuro miserable. Entonces, descendieron a esta tierra y nos redimieron de nuestros pecados. ¿Hay alguien que daría su vida por los pecadores mortales? Esto es algo que nadie puede hacer, excepto nuestros Padres. Solo el Padre y la Madre celestiales pueden decidir sin vacilar llevar nuestros pecados que merecen la muerte en lugar de nosotros.
Ro. 8:16-18 “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”
Dios ha testificado que somos sus hijos. Él nos ha dado la preciosa enseñanza de que debemos soportar y superar las dificultades temporales hasta que entremos en el eterno reino de los cielos para que podamos compartir su brillante gloria. Mientras vivimos en esta tierra, no podemos evitar el sufrimiento. Sin embargo, al final del sufrimiento nos está esperando el glorioso y eterno reino de los cielos lleno de alegría y felicidad.
La Pascua no es solo un día en que comemos pan y bebemos vino. Es el día en que Dios da su santa carne y sangre a los hijos celestiales. Dios creó un camino para salvar a sus hijos mortales y abrió ampliamente el camino para que todos entren en él. También ha hecho que todos los desastres pasen sobre sus hijos, que tienen su carne y su sangre, para que nadie ni nada pueda dañar ni siquiera un cabello de su cabeza. Este es el amor del Padre y la Madre celestiales, que se revela a través del misterio de la Pascua.
Todavía hay muchas personas a nuestro alrededor que viven sin rumbo, sin conocer la verdad de la Pascua del nuevo pacto y sin entender qué relación espiritual tenemos con Dios. Debemos hacerles saber la respuesta a las preguntas fundamentales: ¿Por qué vinimos a esta tierra y adónde vamos? Espero que todos los miembros de nuestra familia celestial del mundo entero regresen a los brazos del Padre y la Madre celestiales a través de la Pascua del nuevo pacto y corran poderosamente hacia la eterna gloria del cielo, dejando atrás todo su dolor, sufrimiento y tristeza que experimentaron en el pasado. Pido ansiosamente a todos ustedes, hermanos y hermanas de Sion, que tomen la delantera encontrando a nuestros hermanos y hermanas de acuerdo con el ejemplo del Padre y la Madre celestiales y les den eternas gracias y gloria por ser nuestro Padre y nuestra Madre.